Multitudinaria
mente.
Multitudinaria
mente,
yo
no trato más que con el escabullo, me escabullo yo
tiendo
al escabullo.
(Me
paseo por mis múltiples).
Y
no sin niebla
no
sin vaho.
Y
no
tengo mucho que decir:
no
sé
todo
no, todo no se perdió,
las
metáforas,
los
sauces, la luna, una sonrisa marina,
las
metáforas...
No
me saca
la
lírica
de
este embrollo
que
sacude a mis múltiples.
Me
paseo por mis múltiples.
Cómo
no voy a atender a la
desaparición
progresiva de la primavera
al
amor, al más ensoberbecido,
al
calor de las columnas
del
Templo de Daín,
-
Daín, ciudad que no existe y en la que nunca habrá templos-
a
la ciencia exacta que diga
a
qué temperatura exacta y con qué liquido
el
hombre, y la mujer, se evaporan.
Mis
múltiples se inflaman, bullen,
se
dejan ver por ¡ay!
en
las calles de Zasira, Íman, Sárica, Delosas, Rus.
Enredadas
siempre en las mútiples
cuestiones
que sacude la vida
de
esta especie:
las
múltiples son tallos sureños
de
la idómita provincia deambulatoria
debilitante
y decagonal
de
Dolomen.
Mis
múltiples se deciden a abordar
cuestiones
serias
de
las que invitan a adoptar esa posición,
la
de los serios.
Y
fracasan siempre en el intento,
por
el desvío de la especie
hacia
las ciénagas de la región polar
invisible,
blanda y sin blindar
de
Neblima.
Mis
múltiples, cada una,
miden
su dolor y establecen un umbral,
tras
el cual la múltiple
podría
perder un labio,
una
ceja, una mano,
o
incluso morir.
Es
la maraña.
Se
me agachan las múltiples
pero
no rezan,
se
contraen, se hilvanan el polvo con el cabello,
precipita
la sal en el agua,
precipitan
las múltiples en días de tedio,
tapadas
con tapa,
pero
no siempre muy bien tapadas.
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